Julio diciembre 2021 / Volumen 3 / No. 6 / ISSN: 2708-7107 / ISSN-L: 2708-7107 / pp. 131 - 143

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REPE


Revista Peruana de Educación

Perú: Lucha por la integración pluricultural y el peligro de la modernidad en la educación

Peru: Struggle for multicultural integration and the danger of modernity in education

 

                                                                             Erik Lionel Felix Asencio

                                                                                     eriklionelfelixasencio@gmail.com

                                                                                                    Código ORCID: 0000-0003- 1786- 9215

Universidad Nacional de Educación, La Cantuta, Lima, Perú

 

 

Artículo recibido: 11 de junio de 2021 / Arbitrado: 26 de junio de 2021 / Aceptado 29 de junio de 2021 / Publicado en julio 2021

 

 

 

Resumen   

La presente investigación tiene por objetivo reflexionar entorno al quehacer de la comunidad educativa en general, esto con el propósito de integrar a todo estudiante en una política pedagógica propia y amplia, escuchando todas las voces, de cada comunidad, y por supuesto, sus problemáticas. Para ello se realizó un breve recorrido histórico dando a conocer las principales políticas educativas desde la fundación de la República hasta la actualidad, remarcando el afán de los sucesivos gobiernos por implantar modelos pedagógicos extranjeros en su erróneo intento por “modernizar” a la nación. Asimismo, se analizó cómo este proceso de modernización, en el actual contexto neoliberal, no proporciona soluciones reales al universo pedagógico peruano, y por el contrario, se muestra excluyente y fuera del contexto nacional, donde se hace necesario que nos identifiquemos como país pluricultural, con diversas lenguas, costumbres, historias, tradiciones

 


Palabras clave: Historia de la Educación; Educación indígena; pluriculturalidad; modernidad e integración educativa


 

 

 

Abstract     

The present research aims to reflect on what to do in the educational community       in general, this with the purpose of integrating all students in their own and broad pedagogical policy, listening to all the voices of each community, and of course, their problems . For this, a brief historical tour was made, revealing the main educational policies from the founding of the Republic to the present, highlighting the desire of successive governments to implement foreign pedagogical models in their erroneous attempt to “modernize” the nation. Likewise, it was analyzed how this modernization process, in the current neoliberal context, does not provide real solutions to the Peruvian pedagogical universe, and on the contrary, it is exclusive and outside the national context, where it is necessary for us to identify ourselves as a multicultural country. with different languages, customs, stories, traditions.

 


Keywords: History of Education; Indigenous Education; multiculturalism; modernity and educational integration


 

 

 


 

 


INTRODUCCIÓN

En la actualidad, el contexto educativo peruano se ha visto desnudado por las grandes brechas existentes entre los estudiantes de las grandes ciudades y los que se encuentran fuera de ellas, indudablemente, este es un enorme problema a resolver,  puesto  que  no puede existir una educación con mirada nacional si no tomamos en cuenta las carencias y necesidades de cada comunidad alejada, si no tomamos en consideración a toda cultura relegada y/o invisibilizada desde el centro.

Necesariamente, debemos dar una mirada al actual modelo pedagógico, conocer y entender cuáles son sus propuestas y objetivos, desarrollando entorno  a  ello una crítica constructiva que nos permita reflexionar como sociedad en su conjunto, que nos permita identificar sus falencias y superar las mismas. Es claro que el constructivismo, actual paradigma educativo, no deja de lado la integración educativa, es más, el propio CNEB (2016), dentro de los ocho niveles con el que cuenta la competencia Construye Interpretaciones Históricas, resalta la importancia del aspecto local y su repercusión para las aulas, algo que es por supuesto plenamente contrastable si realizamos la lectura del nuevo Currículo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que aquello no se refleja en la práctica, que la integración de lo local si bien está presente, no forma parte del principal propósito del modelo constructivista, esto debido a que se evoca a  desarrollar una competencia, un aspecto mecánico y no sentimental del rescate ancestral.

En consecuencia, se hace urgente y necesario voltear nuestras miradas hacia nuevos paradigmas educativos, ello con la finalidad de encontrar mejoradas y renovadas alternativas, aclarando que este nuevo modelo pedagógico, debe construirse con las propias comunidades y no alejadas de ellas, puesto que como se verá históricamente, las comunidades alejadas han sido relegadas, no consultadas acerca de sus carencias y necesidades, brotando así una herida por curar, una igualdad que aparentemente no se logrará si no se realiza una reflexión intensiva. Asimismo, debemos tener en cuenta que el proceso de modernización sin duda juega un papel fundamental en estas brechas educativas que parecen irreversibles, la tecnología llegó al país y se estableció en el centro, quedando fuera del radar educativo todo aquello que no está a la “moda tecnológica”, por lo tanto, es claro que las comunidades indígenas, las que se encuentran en la cola, en la eterna espera por un equipo que les facilite el proceso de enseñanza-aprendizaje en la actualidad, pero sobre todo, a la espera de este paradigma educativo que los escuche y que los considere como parte de la nación, son las que se ven y

se perciben como las más perjudicadas.

 

MÉTODO

En la presente investigación, se aplicó el método hermenéutico, el cual, además de analizar los datos recolectados, realiza un ejercicio reflexivo “sobre la interpretación adoptada como vía del comprender los fenómenos sociales, ofreciendo criterios para elaborar una crítica de las tradiciones metodológicas utilizadas en las ciencias sociales” (Darío, como se citó en Maldonado, 2016, p. 9).

 

DESARROLLO Y DISCUSIÓN

 

Breve historia de la política educativa peruana, sistema fragmentado

Es claro que si no entendemos y conocemos el proceso histórico a estudiar, no comprenderemos las grietas y/o falencias de la actualidad, para ello, es necesario realizar un  breve  recorrido  histórico  acerca  de  lo que abordaremos, es decir, conocer qué tan integrado   estamos   educativamente,   cómo es  que  las  políticas  educativas  aplicadas  e implantadas  desde  la  fundación  de  nuestra República hasta la actualidad han funcionado en un país multicultural.

Iniciamos  entonces  este  breve  recuento histórico cuestionándonos si fue 1821 el año del  gran  quiebre  a  favor  de  la  integración nacional, o en contraparte, un año sin mayor sobresalto para las poblaciones alejadas de la  “ciudad  de  los  reyes”,  es  decir,  un  grave continuismo del sistema excluyente virreinal. Así  pues,  tenemos  como  punto  de  partida a  San  Martín,  quien  según  Apaza  (2016), “puso énfasis en la instrucción pública como la  primera  necesidad  de  las  sociedades  y consideró  la  integración  de  las  poblaciones indígenas,  a  quienes,  dijo  no  debe  llamarse indígenas, sino peruanos” (p. 117).

Claramente, entorno al enunciado rescatado surgirían muchas críticas, partiendo por el hecho innegable que, como es sabido, el propio indígena no se sentía miembro o parte del “nuevo” sistema criollo, es  más, una cantidad importante  consideraba  que  se les habían traicionado, que el “nuevo” sistema republicano era en esencia el mismo sistema opresor, por lo que pidieron incluso el retorno de los peninsulares a nuestras tierras, como es el caso de los iquichanos. Así, debemos tener en cuenta que, el primer intento por integrar a la nación por parte de San Martín fue un claro fracaso, originándose una nueva tensión que se incrementó cuando Bolívar decidió nuevamente cobrar tributos, aunque claro, con el nuevo nombre de “contribución personal”, surgiendo así un largo enfrentamiento entre una población indígena que esperaba el retorno de su glorioso pasado tahuantinsuyano, y el criollo, quien ansioso por controlar a plenitud la economía colonial fue relegando casa vez más las necesidades del oprimido.

Si  somos  aún  más  exhaustivos,  diremos que  para  algunos  historiadores,  como  para Heraclio   Bonilla,   lo   dicho   anteriormente, respecto a la ansiedad del criollo por controlar su propia economía, no se aplicaría para el Perú,  puesto  que  desde  su  óptica,  nuestra independencia  no  fue  un  proceso  ganado del  todo,  sino  por  el  contrario,  concedido desde el exterior. Sin embargo, lo que no se puede cuestionar es que, una vez lograda la independencia, las políticas a seguir desde la óptica indígena serán totalmente distintas a la del criollo, siendo los primeros en mención, los que no dejarán a ser los eternos marginados en el nuevo mundo.

Entonces,  podemos  decir  que  el  inicio de  la  República  nos  dejó  a  dos  mundos divididos,  dos  mundos  con  distintos  planes para la nación. La integración, habría pensado cualquier indígena o criollo, sería el mayor reto que enfrentaría el país, pasado ya doscientos años, irónicamente, y sin duda, lo es.

¿Por qué insistir tanto con la integración?, Es  claro  que  si  no  logramos  alcanzar  dicha categoría, la educación jamás será igualitaria, jamás democrática. Lo que San Martín nos dejó no fue más que un esbozo incluso demagógico de dicho sueño, esbozo que sin embargo nos marca una ruta a seguir, una ruta en busca de la articulación, de sabernos como nación diversa, donde todos somos peruanos, parte de  un  todo  llamado  Perú.  Es  entonces  que la  educación  juega  un  papel  fundamental, donde las escuelas se convierten en ese férreo centro con políticas educativas preocupadas por lo diverso.

Habiendo realizado un breve análisis de la fundación republicana y sus repercusiones educativas, llegaremos al gobierno de Ramón Castilla, quien “realizó una obra de estructuración, organización e integración nacional (…). Concibió a la educación como el instrumento esencial para el desarrollo nacional, dictando la Ley Orgánica de Enseñanza” (Apaza, 2016, p. 117). Sin embargo, también podemos decir que, en tiempos tan convulsionados militarmente producto de los constantes enfrentamientos que sostuvo con sus opositores políticos, como con Echenique (siendo sin duda el más importante). la educación siguió en  espera,  puesto  que  los dictámenes a favor de la universalidad educativa, quedó simplemente en eso, en meros dictámenes inaplicados.

Si hablamos de la República Aristocrática diríamos que en dicho periodo se “consolidó un  orden  político  nacional  basado  en  la exclusión de los campesinos indígenas [ello con  la  excusa]  de  la  estabilidad  política  y desarrollo   económico”   (Heilman,   2018,   p. 34),  lo  cual  no  era  otra  cosa  que  intentar afianzarse en el poder político y económico los   emergentes   aristócratas   peruanos.   En esa  misma  línea,  Zapata  (2016)  aclara  que aquellos  años  significaron  para  el  Perú  una segregación  cultural,  como  también  cívico/ ciudadano,  puesto  que  solo  tenían  derecho a  votar  los  que  sabían  leer  y  escribir  en castellano, concretándose así “la exclusión de las poblaciones indígenas: quechuas, aimaras y grupos étnicos selváticos, que constituían la mayoría del país” (p. 77).

 

“Fue el gobierno de José Pardo (1904-8) el que se delineó y puso en práctica una primera reforma educativa de envergadura, que ordenó y organizó lo pre existente y le dio un norte para los desarrollos futuros” (Apaza, 2016, p. 117). La cita en mención es pues en relación, a que por ejemplo, la educación primaria pasó a convertirse en la prioridad del estado, implantando su gratuidad y su obligatoriedad, sumando a este mandato el reparto gratuito de materiales para mejorar la enseñanza. Sin embargo, hay algo que llama poderosamente la atención, por lo que será analizado en el siguiente capítulo: “Todo esto se hizo con el apoyo de pedagogos franceses, belgas y especialmente alemanes” (Apaza, 2016, p.117).

Si los proyectos educativos de Pardo se hicieron con “colaboración” del los países “superiores y modernos”, lo hecho por Leguía en política educativa fue una intensificación de dicha incursión extranjera en nuestras aulas. Para 1921 habían ya copado las instancias educativas superiores, los pedagogos norteamericanos,     quienes     “asumieron  la Dirección General y las Direcciones Regionales del Ministerio de Educación lo que significó el giro del enfoque intelectualista, academicista e integral europeo al enfoque norteamericano más pragmático y articulado con el desarrollo económico” (Apaza, 2016,

p. 118). No debemos dejar de mencionar sin embargo, que el nuevo presidente estableció el nivel secundario obligatorio.

Como era de esperarse, los programas educativos norteamericanos no cubrieron, como hasta hoy, el territorio nacional, desatándose en consecuencia, y producto del descontento indígena, el denominado Movimiento Tahuantinsuyo. Dichomovimiento que surgido en Ayacucho pero que terminó expandiéndose por el Cusco, Puno, Arequipa, Huancavelica, Junín, Apurímac, Piura, Ica, Huánuco, intentó recuperar su identidad como reivindicar sus derechos, proponiendo “un cambio revolucionario del Estado-nación, que transformara a los (…) indios en ciudadanos peruanos, iguales al resto (…) buscaba poner fin a la pobreza extrema, la exclusión política y la denigración sociocultural [a través de la educación]” (Heilman, 2018, p. 73).

Es más, éste movimiento, en represalia a los abusos cometidos por parte de los letrados o tinterillos (como los propios indígenas los llamaban) “se alzaron para matar a los que saben  leer  y  escribir  (…)  puesto  que  (…)  a inicios del siglo XX, dichas habilidades eran sinónimo de poder político formal” (Heilman, 2018,  p.  87).  Así  pues,  con  tan  solo  leer  la proclama  del  movimiento  podemos  notar la aspiración del Indígena por su educación: “queremos  educarnos  y  educar  a  nuestros hijos.  Necesitamos  escuelas  y  más  escuelas hasta los últimos rincones de nuestros ayllus” (Kapsoli, como se citó en Heilman, 2018, p. 88). La  educación  significaba  poner  fin  a  los engaños por parte de los letrados, poder leer lo que firmaban sería sin duda un gran logro, un paso hacia su liberación, “significaba ser capaz de comunicarse en español, ya que la educación bilingüe no se intentó en el Perú sino hasta la década de 1970” (Heilman, 2018,

p. 88). En ese sentido, los miembros del comité Tahuantinsuyo manifestaban: “antes de ser avezados hay que saber leer y escribir… los gamonales saben que su régimen llegará a su fin el día en que el indio sepa leer y escribir” (Cadena, como se citó en Heilman, 2018, p. 89).

Sin embargo, no solo los movimientos sociales en busca de reivindicaciones caracterizaban a los indígenas, sino también, su  entrega   por   el   autofinanciamiento. Así, para 1936, y para dar un ejemplo, los migrantes Ayacuchanos estacionados en la capital conformaron la Sociedad Progresista Mutualista de Carhuanca y Anexos, en la que “se comprometieron a organizar una escuela nocturna (…) ofrecer charlas educativas [y] cumpliendo con este compromiso (…) los miembros de la sociedad donaron más de 400 soles” (Heilman, 2018, pp. 138-139).

Es imposible dejar de mencionar el gobierno de Óscar R. Benavides (1933- 1939), quién creó el Ministerio de Educación, desarrollando “una amplia obra social, en alguna medida inspirada en el fascismo italiano (…) que pretendía generar una política nacionalista que reforzara  los  vínculos  entre los sectores populares y el Estado” (Zapata, 2016, p. 87), ello con el propósito de ganar réditos con la población. Benavides construyó pues numerosas escuelas primarias tratando de hacerla universal, sueño de los tantos gobernantes del siglo XX. Asimismo, intensificó la educación preescolar, en donde su señora esposa, Francisca Benavides, tuvo gran participación.

 

En la época de Benavides la política educativa  rural  estaba  dirigida  a civilizar   al   indígena,   asumiendo que era un ser necesario de cultura porque   su   mentalidad   aborigen era concebida como atrasada y se creía que el estado debía ayudar a dejarla  atrás.  Desde  la  República Aristocrática  estaba  en  curso  un serio  intento  por  castellanizar  a la  población  rural  a  través  de  la escuela   pública,   imponiendo   el ideal  occidental  y  cristiano  como base  de  la  nacionalidad  peruana (Zapata, 2016, p. 90).

 

Otro proyecto educativo a mencionar, es el surgido en 1940 con la presencia de Prado, quien  “dio  un  gran  impulso  la  educación técnica  y  normal  y  además  estableció  la educación infantil para niños de 4 a 7 años, (…)  la  secundaria  común  de  cinco  años  con ingreso a la opción técnica, normal o artística” (Apaza, 2016, p. 118). Debemos sin embargo mencionar  que,  lo  más  importante  de  este periodo  gubernamental  es  el  hecho  de  que “se abrieran las puertas del magisterio a las clases medias, que le imprimieron a la carrera magisterial un nuevo rostro social. Ya no era una profesión para las élites” (Apaza, 2016, p. 118).


 

Haremos aquí un alto para analizar qué tanto   beneficiaron   estos   “nuevos   rostros” la   educación   indígena,   así   volveremos nuestros pasos sobre Ayacucho, tierra en la que luego del movimiento Tahuantinsuyo no cesó  la  lucha  por  la  educación  igualitaria. Según   Heilman   (2018)   los   Ayacuchanos “ansiaban la educación pero frecuentemente odiaban a los educados” (p. 155). El problema entonces no solo se resume en carencia, “ya que algunos estudiantes estaban recibiendo clases  en  la  cárcel  pública,  mientras  que todos  los  demás  estudiaban  en  la  plaza central” (Heilman, 2018, p. 155), sino además, en   el   enfrentamiento   contra   los   propios educadores, que a propósito, no era el único, estaban   además   los   hacendados,   férreos opositores  a  la  educación  indígena,  puesto que  se  veían  directamente  perjudicados  al perder mano de obra para sus tierras.

 

Al    continuar    con    el    enfrentamiento indígena-educador,  se  puede  apreciar  que éstos “nuevos rostros sociales” no significaron ungrancambiohaciaadelante, porelcontrario, surgió   un   nuevo   enfrentamiento   para   el indígena,   denunciando   constantemente   a docentes  y  directores  porque  “hacían  que sus  alumnas  sirvieran  como  domésticas  de sus casas (…) [además] que el profesor venía cuando quería” (Heilman, 2018, p. 157). Casos más macabros aún encontramos en lo narrado por Heilman (2018): “los asaltos sexuales por parte de los maestros a las alumnas también era  un  problema  real  [éstos  eran  acusados] pero  siempre  declarados  inocentes  por  el tribunal” (Heilman, 2018, p. 159).

La carencia educativa en las provincias por tanto generó la primera gran migración hacia la capital, siendo el gobierno de Bustamante y Rivero (1945) el que enfrente dicha problemática, teniendo la misión de “alfabetizar y castellanizar a los migrantes, pero que a la vez, se constituiría en [un] factor de  exclusión  por  motivos  étnico  culturales” (Apaza, 2016, p. 118). Bustamante, la finalidad de expandir el nivel secundario estableció su gratuidad, logrando según cuadros numéricos comparativos,    significativos    avances    en relación a los años anteriores. Sin embargo, el gran problema estuvo en la no construcción de nuevos centros educativos, así como también, en la no implementación de los centros con los  que  ya  se  contaba,  a  ello  le  podemos sumar  el  hecho  concreto  de  que  la  carrera docente no era, como hasta hoy, una de las profesiones   adecuadamente   remuneradas, por  lo  tanto,  cubrir  las  plazas  pedagógicas sería una verdadera hazaña.

La urgencia de construir nuevos colegios fue tomada por Odría, quién apuntando a mejorar el sistema educativo  nacional  con su lema “salud, educación y trabajo” aprobó el Plan Nacional de la Educación, creando para ello el Fondo de Educación Nacional, que tenía como misión financiar los gastos pedagógicos: “se crearon 55 Grandes Unidades Escolares [y] nuevamente se imitó los modelos norteamericanos que procuraban mejorar la enseñanza de las ciencias y expandir la educación técnica” (Apaza, 2016,

p. 118). También podemos decir que, si para Benavides fue prioridad la educación primaria, Odría optó por la secundaria,  no  dejando de lado el tema de la profesionalización del magisterio, construyendo “la entonces Escuela Nacional de Educación de la Cantuta, que buscó profesionalizar la carrera magisterial” (Zapata, 2016, p. 102).

En seguida, y con el afianzamiento de la nueva clase social tomando el magisterio, se estableció durante el gobierno de Prado (1958) la  Federación  Nacional  de  Educadores  del Perú  (FENEP),  la  misma  que  posteriormente pasaría    denominarse   Sindicato   Único de  Trabajadores  en  la  Educación  del  Perú (SUTEP) (1972). Ya para el gobierno de Velasco tendríamos que hablar de una gran reforma, donde se:

Abordó la educación como una cuestión política y económica- social, que debía  comprometer  la participación organizada de la comunidad vinculándola con el desarrollo y el trabajo y planteaba que no se podía cambiar la estructura económica, social y cultural del país si no se reformaba su educación (Apaza, 2016, p. 119).

 

El proyecto educativo del piurano estaba acompañado de Ley de la Reforma Educativa, la misma que disponía la creación de nuevos distritos escolares, la ampliación del acceso a la educación, la introducción de la educación bilingüe,  cambio de        currícula        y nuevos métodos de enseñanza. El punto de Aquiles de  esta  reforma  estuvo  sin  embargo  en  la Ley 006-69, la cual establecía que todo aquel estudiantes de secundaria que desaprobaba algún      curso   pagaría              por  la  materia, y obligatoriamente,  el  monto  de  100  soles  al mes, suma por demás exagerada de costear para  cualquier  campesino,  originándose  el gran   levantamiento   Ayacuchano   (Huanta), que terminó expandiéndose por todo el Perú. En el campo histórico Velasco es sin duda uno  de  los  personajes  más  controversiales, las diversas posturas existentes en relación a su gobierno nos atraparían en una discusión inacabable, por lo que nos remitiremos a lo práctico de su mandato, en la que se puede asegurar  que  se  incrementaron  el  número de  estudiantes,  no  solo  en  el  Nivel  Básico Regular,  sino  además,  en  las  universidades. Asimismo, se              construyeron      una cantidad considerable  de  escuelas  en  zonas  rurales, como  también  se  implementaron  algunos centros con computadoras,culminando nuestra enumeración con las capacitaciones, para los docentes, la cual se realizó de manera más intensiva.

Con el fin del Gobierno Revolucionario de las FF.AA. Belaúnde optó por considerar en su programa político a los campesinos, a lo que llamaría, cooperación popular, “en las que los hombres  y  mujeres  rurales  participarían  en la reforma del Perú, al combinar su trabajo con los recursos materiales del estado [entre los  cuales  figuraba  las  escuelas]”  (Heilman, 2018, p. 189). Sin embargo, en la práctica la carga  laboral  “recaía  sobre  los  hombros  de los campesinos más pobres [y cuando éstos] exigieron  ser  remunerados  [las  autoridades los sancionaban] por su actitud destructiva en obras de bien común” (Heilman, 2018, p. 206). Ya  con  el  inicio  de  la  guerra  entre  las fuerzas  del  orden  y  Sendero  Luminoso,  la educación y sus avances se cayeron en picada, según Barrantes y Peña (2009), todo lo que se había  logrado  en  integración  educativa  se terminó por perder de manera acelerada: “el panorama previo al inicio de la violencia en el campo educativo nos muestra varios puntos importantes: (…) la expansión sin precedentes de la escuela pública a lugares donde antes jamás  había  llegado”  (p.  16).  La  pérdida  no solo correspondía a la ausencia de estudiantes que migraban de las zonas de conflicto, sino también,  de  los  propios  docentes,  quienes fueron   perseguidos   constantemente,   tanto por  los  senderistas  como  por  las  propias fuerzas del orden al ser pues estigmatizados como   terroristas,   obligándolos   a                                                                      “dejar sus puestos de trabajo frente al avance del conflicto” (Barrantes y Peña, p. 114).

Este retroceso en el campo educativo significó para Fujimori una gran oportunidad de cambiar radicalmente el modelo, claro está, no de manera positiva, puesto que se caracterizó por ser un régimen “centralista, burocratizado y reglamentarista, el cual solo alentó la expansión de la educación privada en todos los niveles. Así la oferta educativa privada creció significativamente, sobre todo en el nivel superior. Sin embargo, no se ensayaron fórmulas descentralizadoras” (SINEACE, 2011, p. 120).

Como es sabido, Fujimori “rediseñó de forma radical el Estado peruano, desapareciendo el Estado empresario con afanes redistributivos, esfumando la herencia de Velasco (…) e imponiendo el  Estado  neoliberal  regulador y subsidiario del mercado” (Zapata, 2016,p.  114).  Hoy  podemos  decir  que,  si  bien  el país   ha   propuesto   un   sistema   educativo inclusivo  y  pluricultural,  adecuándose  a  las problemáticas y necesidades de cada región y  garantizando  el  derecho  a  la  educación universal,  los  modelos  extranjeros  nos  han absorbido,  llevándose  consigo  el  alma  del Perú  ancestral.  Así  pues,  debemos  entender que   la   “articulación   no   debe   significar homogeneidad de procesos formativos o de modelos institucionales, sino la posibilidad de conciliar la existencia de múltiples recorridos educativos  en  función  de  las  capacidades  y demandas de las personas” (SINEACE, 2011, p. 9).

En  nuestro  recorrido  no  hemos  dejado de ver que en cada gobernante de turno se aplicó   un   sistema   pedagógico   extranjero, siendo  “permanentes  copiadores,  (…)  hemos pasado  de  estar  en  manos  de  las  misiones belgas,    alemanas    y    norteamericanas,    a depender   de   las   prioridades   establecidas por  los  organismos  de  cooperación  técnica y    financiera    internacionales”    (SINEACE, 2011, p. 121). Es hora de mirar al Perú desde adentro, desde sus raíces, de escuchar a los que no tienen voz en el “mundo de lo formal”, escuchar a todos, y emprender a elaborar un currículo  acorde  a  nuestras  problemáticas y  carencias,  respetando  cada  cultura,  cada forma de vida, cada historia.


Efecto modernidad: extinción de lo diverso

Debemos ser claros y conceptualizar el término modernidad, puesto que sin duda es el punto clave para entender y comprender nuestro sistema educativo y cómo ello afecta las aulas escolares en su conjunto.Para dicha definición tomaremos a Dussel (2008), quién la conceptualiza como “el manejo de la centralidad de Europa en el Sistema- Mundo. [Por tanto], para que haya centro tiene que haber periferia (…) Nosotros [Latinoamérica] somos (…) los bárbaros a ser modernizados desde el origen. No hay Modernidad sin bárbaro” (p. 27).

En   consecuencia,   podemos   decir   sin temor    equivocarnos   que,   los   llamados pedagógicos especialistas venidos de Europa occidental    Norteamérica,   intentaron   a todas luces, “modernizar” al Perú, situándose en la cima de toda civilización periférica, es decir, superiores a los que no se encuentran en   el   centro-poder.   Así,   “el   proceso   de modernización y globalización toma a los no- globalizados y a los no-modernizados como inferiores, como gente inculta, que tiene que llegar al nivel de ellos” (Dussel, 2008, p. 27).Lo contundente de lo descrito líneas arriba nos lleva rápidamente a ubicar al Perú dentro de los países periféricos-tercermundistas, en otras palabras, dentro de los países que optan por  traer  modelos  educativos  extranjeros, porque   claro,   son   “superiores”    lo   que nosotros podríamos elaborar, y por tanto, el “modelo” a seguir, olvidando que la diversidad cultural de nuestro territorio, el cual no puede estar  sometido  a  un  parámetro  universal- único occidentalista o norteamericano, donde inevitablemente, lo plurinacional se pierde.

¿Resuelve hoy en día el modelo constructivista las problemáticas de nuestra Amazonía, de los andes, o tan siquiera de la propia Lima de todas las sangres?, Es claro que la respuesta es un no contundente. Las distintas realidades y problemáticas de cada población, que a su vez, cuentan con su propia cultura,  tradición  e  historia,  son  claramente ocultadas  o  invisibilizadas  por  el  “único  y verdadero”  modelo  educativo  exterior,  por aquel modelo moderno que “civilizará” a los “barbaros”, pudiendo percibir que la política de Benavides, sigue tan latente como antes, donde la cuestión educativa rural:

 

Estaba dirigida a civilizar al indígena, asumiendo que era un  ser necesario de cultura porque su mentalidad aborigen era concebida como atrasada y se creía que el estado debía ayudar a dejarla  atrás (…) imponiendo el ideal occidental y cristiano como base de la nacionalidad peruana (Zapata, 2016, p. 90).

 

En ese mismo sentido, Mariátegui (2007), en sus análisis aún vigentes en un país casi sin avances, hizo énfasis en que la educación peruana, no tiene espíritu nacional:

 

Tiene más bien, un espíritu colonial y    colonizador.    Cuando    en    sus programas  de  instrucción  pública el Estado se refiere a los indios, no se refiere a ellos como a peruanos iguales    todos   los   demás.   Los considera como una raza inferior. La República no se diferencia en este terreno del Virreinato (p. 87).

 

Debemos detenernos en lo mencionado acerca del espíritu colonial y colonizador, puesto que no escapa en nada a la verdad, en nuestro breve recorrido histórico, hemos podido dar cuenta  de  cómo  se  optaba  y se opta por traer modelos pedagógicos extranjeros sin intentar armar uno propio, uno en donde se escuchen a todas las voces. Por el contrario,  se  intentaba  castellanizar a los indígenas implicando esto la pérdida  de su cultura. Así pues, “la reorganización de la enseñanza tiene que estar dirigida por sus propios hombres. La intervención de especialistas extranjeros no puede rebasar los límites de una colaboración” (Mariátegui, 2008, p. 71).

Es  preciso  entonces  hacer  hincapié  en las  distintas  manifestaciones  pluriculturales existentes  en  el  Perú,  para  ello  tomaremos como  el  ejemplo  más  claro  al  idioma,  a la  lengua  madre  de  cada  localidad,  que irónicamente,  en  lugar  de  ser  y  utilizarlo como uno de los motores para reconocernos, aceptarnos  e  integrarnos,  es  un  punto  en contra  para  la  educación  “formal”  del  país, esto  debido  a  que  la  migración  hacia  la capital absorbe toda cultura, llevándola a la discriminación,  terminando  finalmente  por desecharla.  Así  nos  lo  hacen  saber  Sucari, Aza, Anaya y García (como se citó en Vargas y Pérez, 2019):

 

muchos jóvenes de la región Puno que abandonan la comunidad o lugar de origen por un periodo determinado, dejan de hablar las lenguas andinas quechua y aimara; optando la lengua castellana,  por la oficialidad de uso del castellano en diversos sectores institucionales del estado y en la sociedad urbana misma,  inclusive  obviándolo  en  su lugar de reuniones familiares o

sociales (p. 245).

 

Para  Jopen,  Gómez,  y    Olivera  (2014), esto enfrenta al país en una gran disyuntiva, puesto  que  poner  sobre  las  carpetas  a  las distintas  lenguas  significaría  una  convulsión para los estudiantes del habla castellana, en el sentido de, al ser éstos últimos mayoría en las “escuelas formales”, y dentro de un país alienado,  rechazarían,  como  se  comprueba en la práctica, lo autóctono, “modernizando” irremediablemente  a  los  migrantes,  y  éstos a su vez, harían lo propio en su retorno a  las localidades alejadas, perdiéndose de a pocos lo singular, siendo en consecuencia urgente y necesario, además de las campañas emprendidas acerca de la aceptación de lo propio como algo relevante, el hecho de crear escuelas sólidas en las localidades quechuas

- Aymaras, donde nada se pierda, donde no haya la necesidad de migrar.

Con  la  anterior  descrito,  está  claro  que el  problema  se  agudiza  aún  más  cuando dentro del propio Ministerio de Educación, a través de CNEB (2016), se deja de lado a las culturas locales, esto a pesar de que si bien es cierto lo mencionan, lo hacen de manera demasiado  superficial,  comprobándose  ello al  darle  una  breve  mirada  al  texto  escolar repartido  por  el  Estado:  “en  los  estándares curriculares,    estándares    de    aprendizaje, contenidos transversales y otros, poco o casi nada  se  incluye  sobre  la  valoración  a  las culturas quechua aimara: historia, autores o representantes y su legado” (Vargas y Pérez, 2019, p. 245).

Volvemos entonces a caer en los mismos errores   históricos   en   materia   educativa, se  adopta  desde  el  gobierno  un  modelo extranjero, como lo es hoy el constructivismo, y  no  se  preocupa  realmente  por  darle  un soporte técnico y económico a toda cultura relegada,   donde   finalmente   los   lugares “modernos” del país se encargan de desechar todo  lo  pluricultural.  Así  las  cosas,  Vargas Pérez   (2019)   se   cuestionan:   “¿qué   nos identifica como peruanos?” (p. 246). Sin duda pues, este, además de ser una gran pregunta, es un problema que hasta hoy en día no se ha podido resolver, puesto que la identidad terminó   cambiándose   por   alienación,  en un  camino  al  parecer  sin  retorno,  donde  la juventud sigue bajo el firme pensamiento que lo de afuera es lo último y mejorado.


Así,  [en]  el  Perú,  [que]  es  cuna  de múltiples culturas como la quechua aimara,   cuya   cosmovisión   es distinta a la afroperuana, shipiba o aguaruna, etc.(…) no es extraño que escuchemos  contraponer  culturas, como   la   cultura   indígena   vs.   la occidental, o considerar a la nación quechua y aimara como algo distinto y  antagónico  a  las  otras  culturas

(Vargas y Pérez, 2019, p. 246).

 

Las  escuelas  por  tanto  deben  ser  ese espacio donde se reviertan los protagonismos, donde  lo  local  pase  a  ser  el  eje  motor  de movimiento  y  de  ilación  hacia  lo  nacional mundial.   Las   escuelas   deben   estar   en constantes cambios y modificaciones en pro de resolver los problemas más cercanos para luego enfocarse en el qué hacer nacional, “sin embargo en el Perú se aprecia una parálisis paradigmática,   tanto   en   las   instituciones educativas como en la sociedad” (Rojas, 2016,

p. 262). Qué mejor entonces para comenzar a rescatar a lo local que la historia, valorando a sus personajes y sus acciones, concretando el sentido de pertenencia “y la valoración de la herencia cultural” (Rottenbacher, 2009, p. 80). Esto debido a que, como bien señalaron Ramírez, Espronceda, y Rodríguez (2011)

 

Fortalecer la defensa de la identidad nacional en los jóvenes, resulta en los momentos actuales una razón de la que no se admite espera, si se tiene en cuenta que la identidad es un proceso, que no solo experimenta fortalecimiento en su dinámica y predominio sociocultural; también puede aminorarse e incluso disiparse (p. 89).

 

Existe    en    consecuencia    una    clara necesidad en el Perú por cambiar y/o modificar el     modelo     pedagógico     constructivista, romper con lo “moderno”, con lo que no da respuestas a nuestras problemáticas, intentar un nuevo mundo desde una renovadora y emancipadora educación, evocando nuevos contenidos pedagógicos, en donde el aspecto histórico local no esté en un segundo plano, incentivando la formación crítico/reflexivo del estudiante, donde éste, como bien mencionan Arregui, Benavides, Cueto, Secada, Saavedra, y Hunt (2004), no tome equivocadamente la idea de ser el propio formador de su aprendizaje, sino más bien, que se sienta parte de un mismo equipo, donde el docente y la comunidad tengan el mismo protagonismo  respecto  a la enseñanza-aprendizaje, fortaleciendo el vínculo con el entorno hoy menospreciado.

Desde luego no podemos dejar de mencionar dentro de los problemas educativos el aspecto económico, no solo desde la inversión que el estado proporciona para cada uno de los estudiantes, la misma que por cierto, está considerada demasiada baja en relación a los países de la región, sino además, en la inversión en busca de la disminución de la pobreza, debido a que ello determina   y origina a un estudiantes preocupado por insertarse en  el  mundo  laboral,  dejando  de lado el aspecto académico. Con lo cual, podemos concluir que, una buena política educativa, va “conjuntamente con el gasto de bolsillo en educación a nivel del hogar, lo que constituye aspectos limitantes o facilitadores en el acceso a servicios educativos de calidad” (Jopen Gómez, y Olivera, 2014, p. 5).

Asimismo, el estado peruano  tampoco  se ha preocupado por el aspecto geográfico, articular cada zona alejada del país es pues una carencia y necesidad año tras año, puesto que “las brechas asociadas a la zona de residencia, es decir, las que implican una posición de desventaja para las poblaciones rurales, son muy marcadas y persistentes” (Guadalupe, León, Rodríguez y Vargas, 2017,

p. 206), en consecuencia:


El tamaño y la difícil geografía del territorio peruano le han impuesto al Estado un enorme reto para el control centralizado de los servicios (…). Así, el desarrollo de un sistema nacional de educación como objetivo político  ha  representado y expresado la necesidad de integración impulsada por los dos extremos  del  espectro  nacional: el Estado central basado en Lima, y las comunidades urbanas y rurales del resto el país que buscan diferentes maneras de integrarse a la ciudadanía y el desarrollo (Oliart, 2011, p. 84).

 

De  modo  que,  la  modernización  en  el Perú solo ha llegado y llega para las grandes ciudades,  pensando  en  éstas,  su  aceptación a  ciegas,  y  su  aplicación  no  hace  más  que fosilizar  las  culturas  locales,  perdiendo  el valor  integral  y  cualitativo  de  la  nación,  no teniendo  en  cuenta  que  lo  que  se  busca  es “un  conocimiento  lo  más  completo  posible del   hombre,   sin   que   sus   potencialidades o      necesidades      queden      simplemente circunscritas a uno de los ámbitos constitutivos de su compleja naturaleza” (Castillo, 2004, p. 31).

Para  concluir,  debemos  tener  presente que  el  problema  de  la  modernización  no solo es un problema que concierne al Perú, sino    Latinoamérica   en   su   conjunto,   la región  afronta  las  mismas  dificultades  por lo  que  se  ha  “promulgado  leyes,  reformas constitucionales    y    nuevas    constituciones políticas que reconocen en términos positivos la  diversidad  cultural  (…)”  (Zapata,  2019,  p. 11), teniendo en cuenta que “este conjunto de logros, lejos de ser una concesión por parte de  los  respectivos  Estados,  fue  el  resultado de  un  proceso  de  movilización  social  de envergadura que se inició en los años 60 y que no ha concluido” (Zapata, 2019, p. 11).


 

 


CONCLUSIÓN

El contexto educativo peruano es hasta el presente un problema no resuelto, el recorrido histórico acerca de las políticas educativas a través de los años nos muestra la insistencia por  parte  del  estado  en  adoptar  modelos pedagógicos extranjeros, de los denominados países “desarrollados y modernos”, los cuales desde  luego,  no  cuentan  con  una  mirada hacia el Perú profundo, y por el contrario, lo que se hace es potenciar el centralismo y las desigualdades al solo tomar en consideración a los educandos de las grandes ciudades.

Para una educación integral y articulada, es necesario democratizarla y someter al actual paradigma educativo a una crítica constructiva, en la que se modifiquen y se ponga la debida importancia a los aspectos locales, a sus carencias  y  necesidades. Es imposible hablar de una educación igualitaria, con las mismas oportunidades, si no escuchamos las voces de cada comunidad alejada, si no respetamos su lengua, tradición, costumbre, cultura, historia, etc.. Es imposible si el propio Estado no invierte en generar oportunidades en las zonas rurales, si el propio indígena tiene que a la vez, trabajar y financiar su escuela.

Algún joven estudiante migrado desde el interior del país hacia las grandes ciudades entonces, y con toda razón se podría preguntar,¿Dónde  está  la  equidad  entre  peruanos?

¿Cuál debe ser mi modo de vivir y socializar en esta nueva sociedad?, sin duda, se ha dejado a la deriva al estudiante como sujeto, y a la cultura como el todo. Los gobiernos  de turno deberían cuestionarse hacia dónde apuntamos como nación, teniendo en claro que,  modernizar  un  país  multinacional,   sin duda no es la vía, por el contrario, descolonizarnos de los planteamientos occidentales y norteamericanos seguramente nos encaminaría a la universalidad educativa, ésta que es un sueño, una añoranza para   el indígena. Entender a nuestro país como un estado plurinacional, con seguridad nos encaminará hacia una nueva sociedad, con las mismas oportunidades para todos, sin las brechas hoy latentes.

 

 

REFERENCIAS

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