REPE |
Enero - junio 2025 / Volumen 7 /
No. 13 / ISSN: 2708-7107 / ISSN-L: 2708-7107/ pp. 61 - 72 |
Revista Peruana de Educación |
Emociones en los movimientos
estudiantiles. Análisis de la literatura especializada
Emotions in student movements.
Analysis of specialized literatura
Mayela Legaspi
Lozano1
mayela.legapi@iea.edu.mx
https://orcid.org/0000-0001-7601-4247
Salvador Camacho Sandoval2
camacho_sal@yahoo.com.mx
https://orcid.org/ 0000-0001-8065-5530
Escuela Normal Rural “Justo Sierra
Méndez”, Aguascalientes, México1
Universidad Autónoma de
Aguascalientes, Aguascalientes, México2
Recibido: 03 de abril 2024 / Arbitrado: 15 de mayo
2024 / Aceptado: 15 de julio 2024 / Publicado: 05 de enero 2025
RESUMEN
El propósito de este artículo es contribuir a
enriquecer la agenda de investigación sobre los movimientos estudiantiles de la
última década (2013- 2023) en la relación existente entre movimientos y
emociones. Se asume como método la revisión sistemática de la literatura, se
identifican las estrategias y técnicas que utilizan los autores para estudiar
las emociones en los movimientos, la justificación que plantean, su enfoque
teórico, la conceptualización de las emociones, así como sus conclusiones. Los resultados
permiten distinguir que la mayoría de los estudios son cualitativos, que las
emociones intervienen en la ruta que adopta un movimiento en sus diversas
fases. El enfoque teórico del que más se abreva es el estudio sociológico de la
acción colectiva sobre emociones y protesta. Las emociones son constructos
sociales y culturales que se construyen, deconstruyen y reconstruyen, son
interpretadas por los sujetos y ello lleva a que se conviertan en acción o
inacción.
Palabras clave: Movimientos
Estudiantiles; Emociones; Sentimientos; Afectos; Protesta Estudiantil
ABSTRACT
The
purpose of this article is
to contribute to enriching the
research agenda on student movements of the last
decade (2013-2023) in the relationship between movements and emotions. The systematic review of the
literature is assumed as a method, the strategies and techniques used by the authors
to study emotions in the movements are identified, the justification they propose, their
theoretical approach, the conceptualization of emotions, as well as their conclusions.
The results allow us to
distinguish that most of the
studies are qualitative, that emotions intervene
in the route that a movement takes in its various
phases. The theoretical approach that is most
drawn from is the sociological
study of collective action on emotions and protest. Emotions are social and
cultural constructs that
are constructed, deconstructed
and reconstructed, they are
interpreted by the subjects and this leads them to become action
or inaction.
Keywords: Student Movements;
Emotions; Feelings; Affections; Student Protest
INTRODUCCIÓN
En el estudio de los movimientos estudiantiles en
América Latina hay una cantidad inmensa de investigaciones (Donoso, 2022). Sin
embargo, las indagaciones empíricas que toman como perspectiva las emociones,
no son tan numerosas, y se localizan esencialmente en Chile y México. De ahí
que el propósito de este estudio sea contribuir a enriquecer la agenda de
investigación sobre los movimientos estudiantiles contemporáneos de la última
década (2013- 2023), en particular la relación existente entre movimientos y
emociones, una perspectiva que posibilita a la comunidad científica actual
explicar porque un marco o símbolo resuena en las personas para la acción y
otros no (Jasper, 2018). Para ello, desde una revisión sistemática de la
literatura (Arnau y Sala, 2020), se plantearon los siguientes objetivos: 1)
identificar los métodos y técnicas que las y los investigadores han utilizado
para el estudio de los movimientos estudiantiles desde la perspectiva de las
emociones, 2) determinar cómo justifican
el interés por estudiar las emociones en dichos movimientos, 3) distinguir el
enfoque teórico para realizar el estudio, 4) precisar cómo han conceptualizado
las emociones y los movimientos estudiantiles, e 5) identificar los principales
resultados y conclusiones.
MÉTODO
Se trata de una investigación cualitativa en la que la
revisión de la literatura representa en sí el método (Arnau y Sala, 2020). Para
el logro de este cometido, se utilizaron los buscadores Dialnet, Redalyc, Eric,
Scielo, Google Scholar y Scopus,
especializados en la literatura científico-académica. La búsqueda se realizó
por el intervalo de 2013 - 2023, las palabras clave fueron: “movimiento
estudiantil y emociones”, “movimiento estudiantil y sentimientos”, “protesta
estudiantil y emociones”, y “protesta estudiantil y sentimientos” en el caso de
Eric y Scopus la búsqueda se hizo en inglés.
Es importante mencionar que se utilizó esta
combinación de términos porque “movimiento estudiantil” se localizó en el
tesauro de la UNESCO y la palabra “protesta” es una acepción que Jasper (2018),
un especialista en el estudio de las emociones en la protesta utiliza como
símil de movimiento social.
Los criterios de inclusión, en un primer momento,
fueron que se tratara de resultados de investigaciones publicadas en artículos
de revista en idioma español o inglés y que el título o resumen estuviera
relacionado con emociones o sentimientos en movimientos estudiantiles.
Del total de artículos localizados (tabla 1), se
seleccionaron sólo 44 porque algunos de estos reportes de investigación
abordaban la temática de las emociones, pero sin relación con movimiento o
protesta estudiantil, o viceversa, la información era sobre movimientos
estudiantiles, pero sin la perspectiva emocional. Enseguida se procedió a la
lectura de cada uno, para ello se creó un concentrado en una hoja en Excel, en
la que se numeraba consecutivamente los artículos, se capturaba el nombre del
buscador, la referencia, el idioma y, de localizarse, la respuesta a las
siguientes interrogantes: ¿cuáles fueron los objetivos de la investigación?,
¿cuál fue la metodología?, ¿cómo se justificó el interés por abordar los
movimientos estudiantiles desde las emociones?, ¿cuál fue la fundamentación
teórica?, ¿cómo definen las emociones?, ¿cómo definen los movimientos
estudiantiles?, ¿qué entienden por emociones en los movimientos estudiantiles?,
¿cuál fue la temporalidad y ubicación geográfica del movimiento estudiantil? y
¿cuáles fueron los resultados y sus conclusiones?.
Tabla 1. Total de artículos
localizados
Combinacion de terminos |
DIALNET |
REDALYC |
ERIC |
SCOPUS |
SCIELO |
GOOGLE SCHOLAR |
Movimiento estudiantil AND
emociones |
12 |
379 |
3 |
48 |
5 |
481 |
Movimiento estudiantil AND sentimientos |
6 |
592 |
0 |
53 |
0 |
351 |
Protesta estudiantil AND emociones |
1 |
96 |
0 |
46 |
1 |
82 |
Protesta estudiantil AND sentimientos |
1 |
209 |
3 |
44 |
0 |
93 |
Total |
20 |
1276 |
6 |
151 |
6 |
1007 |
Nota:
Elaboración Propia
En la revisión de los artículos algunos de ellos,
aunque hacían alusión a las emociones en su título y resumen, no estaba
relacionado con el tema; otros referían a movimientos sociales y no de
estudiantes, por lo que se fueron depurando. El total de artículos de revista
seleccionados fueron 27, tres de ellos eran textos en idioma inglés y 24 en
español. La localización geográfica de los movimientos estudiantiles fueron 15
en México, 10 en Santiago de Chile, uno en España y otro en Canadá. Las
movilizaciones se reconocieron bajo los nombres y temporalidades que se
presentan en la tabla 2.
Tabla 2. Denominación de los movimientos
estudiantiles, temporalidad y número de menciones
Movimiento estudiantil |
Numero de menciones |
Movimiento estudiantil de oposicion
a la dictadura de Augusto Pinochet en la Universidad de Chile (1974-1986) |
1 |
Movimiento estudiantil en Mexico de
1968 |
4 |
Movimiento estudiantil chileno de
2011 a 2016 |
1 |
Movimiento estudiantil chileno de
Universidades Privadas de 2011 a 2019 |
1 |
Movimiento estudiantil- Cacerolazo-
4 de agosto de 2011 |
1 |
Constatacion estudiantil chilena de
2011 a 2012 |
1 |
Movimiento estudiantil chileno de
2011 a 2013 |
1 |
Movimiento estudiantil chileno de los
pinguinos 2006 a 2011 |
1 |
Movimiento estudiantil chileno de
2011 a 2014 |
1 |
Movimiento estudiantil chileno 2006,
2011 y 2018 |
1 |
Movimiento estudiantil universitario
en Chile (1988) |
1 |
Yo soy #132 (2012, 2013 y 2015) |
6 |
Movimiento estudiantil del
Instituto Politecnico Nacional (2014) |
1 |
Todos somo Ayotzinapa de 2014 a
2015 |
5 |
Lucha estudiantil feminista contra
la violencia en la Universidad Nacional Autonoma de Mexico (2016) |
1 |
Huelga de estudiantes de Quebec en
2012 en la Concordia University |
1 |
RESULTADOS
Objetivos de las investigaciones
Los investigadores e investigadoras para el estudio de
las emociones en los movimientos estudiantiles se han enfocado en el papel de
éstas como detonantes de la movilización y acción social en sus distintas
etapas (Fernández, 2013); en los factores estructurantes de un militantismo de
alto riesgo que desafía el orden jurídico (Montoni,
2019); en los orígenes inmediatos, sus acciones colectivas y repercusiones en
el corto plazo en una campaña electoral (Fernández, 2014); en la participación
de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y sus padres en un
movimiento de protesta (Camacho, 2016); en comprender cómo surgen y se
mantienen los movimientos estudiantiles (Fernández, 2016); en analizar
expresiones de movilización en diferentes temporalidades desde la dimensión
cultural (Paredes & Valenzuela, 2020); en el proceso de movilización de
participantes emergentes en una marcha y sus consecuencias (Hernández, 2019); y
en explicar por qué y de qué forma la sociedad mexicana enmarca ciertos hechos
para movilizarse (Gravante, 2018).
Otros se han centrado en conocer cómo las emociones
han sido un referente para ubicar los principales cambios en los repertorios de
protesta callejera (Ganter, et al., 2017) y el
contexto de acción colectiva (García-Martínez, et al., 2016); en explorar en
qué medida la visualidad de la protesta permite reconocer ciertas emociones que
acompaña al movimiento (Aguilera, 2016); en analizar la relación entre la ira,
las emociones positivas y la protesta (Sabucedo &
Vilas, 2014); y en conocer la historia de una asamblea feminista y las
emociones que entran en juego (Mingo, 2020).
Otras y otros investigadores se propusieron analizar
la memoria emocional de actores relevantes del movimiento estudiantil mediante
la reconstrucción de su discurso en torno a su experiencia (Toro, 2015) y
entender el papel que juegan en la memoria colectiva en las protestas (Ortiz,
2019). También se han preocupado por
conocer las emociones de la ciudadanía (Fernández, et al., 2016), el despliegue
perceptual y valorativo de sus visiones y voces (Fernández, 2014), sus
opiniones (Fernández, et al., 2017), y revisar y reflexionar sobre los
sentimientos de distintos grupos sociales (Fernández, 2017) en torno a un
movimiento estudiantil.
También hay investigadores e investigadoras que se han
centrado en los artefactos culturales, interpretados socialmente por sus
públicos, que se materializan en objetos concretos (Tavera & Johnston,
2017) desde la perspectiva de las emociones, como es el caso de la relación
discursiva entre los movimientos del 68 y el de #YoSoy132 para entender
similitudes, cambios y resignificaciones entre sus textos (Valle, 2016); o como
una forma de vínculo social para relacionarse con el mundo, interiorizar las normas
y la moral social a partir de un fotorreportaje (González, 2014); el registro
de cánticos y gritos en las marchas para dar cuenta sobre la evolución del
movimiento (Paredes & Otárola, 2019); los miedos políticos conformados por
la prensa alrededor de una protesta (De la O. & Camacho, 2019); comprender la relación que se creó entre
prensa escrita y el movimiento (Toro, 2018); y explorar cómo los espacios
físicos y simbólicos de una universidad son claves para determinar la
experiencias emocionales en una huelga (Hausfather,
2021). Asimismo, los y las intelectuales se han propuesto analizar la relación
entre identidad colectiva, identidad politizada, emociones y acciones de
participación social (Villagrán, et al., 2019) y las características clave de
proceso de identidad colectiva (Hernández, 2019).
Perspectivas metodológicas
La forma en que se aproximan a su objeto de estudio
las y los autores son diversas, predominan las investigaciones de corte
cualitativo (21), le siguen las cuantitativas (4) y luego las mixtas (2). El
tipo de aproximación que eligen los y las investigadoras dependerá del momento
en que se lleve a cabo la movilización estudiantil, es decir, si ocurrió en el
pasado o si se está desarrollando en el preciso momento en que se realiza la
investigación. Esto define las técnicas
con las que se recupera la información y sus fuentes. Aunque no se menciona
explícitamente, los intereses de los y las investigadoras, así como la
posibilidad para acceder a los líderes, activistas y sus organizaciones también
definen el tipo de visiones que se rescatan sobre el movimiento, de ahí que
unos estudios se centren en la ciudadanía, o en estudiantes no involucrados, en
los líderes y activistas, y que otros recuperen todos estos puntos de vista.
Justificación del estudio las emociones en los
movimientos estudiantiles
Las y los investigadores justifican el estudio de los
movimientos estudiantiles desde la perspectiva de las emociones retomando su
tratamiento en los movimientos sociales, para ello señalan que las emociones,
han ganado atención en las últimas décadas en la literatura (Hausfather, 2021; Ortiz, 2019), tienen relevancia como
motivadoras para la acción (Sabucedo y Vilas, 2014;
García-Martínez, et al., 2016; Aguilera, 2016; Gravante y Poma, 2019), aparecen
en contextos políticos (Sabucedo y Vilas, 2014), en
los procesos militantes (Montoni, 2019) o en
cualquier práctica social (Camacho, 2016).
Algunos autores y autoras citan diversos estudios
previos y sus hallazgos, en los que encuentran que emociones específicas son
mecanismos causales (Fernández, 2013) y están relacionadas con la identidad de
los individuos y su movilización. Los procesos emocionales presentan una gran
capacidad explicativa de los diversos movimientos sociales porque alientan a la
acción política y dan forma a las emociones de los individuos que participan (Sabucedo y Vilas, 2014). Las emociones son determinantes en
todas las fases de acción colectiva de protesta: emergencia, consolidación,
declive y reclutamiento; formación y consolidación de la identidad colectiva;
elecciones estratégicas de los grupos y en su relación con respecto a las
autoridades y el Estado (Gravante y Poma, 2019), y son un componente que
configura la ocupación de la infraestructura en contextos de protesta (Ganter, et al., 2017).
También indican que es una perspectiva que no ha sido
abordada para el estudio de los movimientos sociales (Fernández, 2013;
Fernández, 2016) o ha sido silenciada sistemáticamente para centrarse en las
dimensiones históricas, políticas y culturales (González, 2014; Camacho, 2016),
ignorando o negando la importancia de las emociones para explicar la acción
colectiva (Sabucedo y Vilas, 2014; Paredes y Otárola,
2019; Camacho, 2016; García-Martínez, 2016). Empero, a pesar de la importancia
de las emociones en la vida humana, su estudio ha sido parcialmente atendido
por la academia (Fernández, 2014) y la aportación de la investigación
latinoamericana se ha limitado a unos pocos casos de estudio (Gravante y Poma,
2019) a pesar de que enriquece el análisis histórico de episodios críticos
(Toro, 2015).
Otros retoman diversos estudios para expresa que
cierto tipo de emociones como la esperanza y la ira representan un puente entre
los marcos de acción colectiva y acción real, jugando un rol importante en las
dinámicas de protesta (Villagrán, et al., 2019). También han justificado su
atención por el uso político del miedo (De la O. y Camacho, 2019). Otros han
sugerido estudiar, además de la ira, otro tipo de emociones para el análisis de
la protesta política (Sabucedo y Vilas, 2014).
Marcos teóricos
Los principales marcos analíticos o construcciones
conceptuales que se localizaron en los artículos fueron nueve: 1) teoría del
reconocimiento, 2) teoría de la rebelión emocional generacional, 3) historia
cultural de las emociones, 4) teoría neo-spinozista,
5) El Habitus, 6) estudios socioculturales de la
acción colectiva sobre emociones y protesta, 7) geografías emocionales, 8)
trauma cultural y 9) nuevos movimientos sociales.
En la teoría del reconocimiento se plantea que la
satisfacción de las necesidades psicológicas es a través de tres modelos de
reconocimiento: amor, derecho y solidaridad que se representan en
autoconfianza, autorespeto y autoestima, lo cual
apunta a la seguridad, la liberación del miedo y la autorrealización
(Fernández, 2013). La teoría de la rebelión emocional generacional expone que
siempre están presentes la desilusión y el rechazo de los valores de la vieja
generación (Toro, 2015). En la historia cultural de las emociones se indica que
a menudo son inseparables las emociones de los contextos culturales y sociales
en que se expresan e interpretan (Toro, 2015; Toro, 2018; De la O. y Camacho,
2019).
La teoría neo-spinozista
hace una distinción entre emociones y afectos, mientras que los primeros son
privadas y personales, los afectos son una intensidad impersonal y colectiva.
El Habitus se retoma porque en los encuentros
cotidianos rutinarios, los cuerpos, son el dispositivo en el que pensamos la
mayor parte del tiempo y está condicionado por circunstancias históricas,
políticas, económicas y culturales (Valle, 2016).
En los estudios socioculturales de la acción colectiva
sobre emociones y protesta se considera que las emociones son la base de la
acción y los pensamientos, guían la toma de decisiones, incluso de manera
inconsciente en los movimientos (González, 2014; Sabucedo
y Vilas, 2014; Fernández, et al., 2014; Fernández, 2017; Gravante y Poma,
2019), en la relaciona con la identidad de los individuos en contextos
políticos y de movilización (Villagrán, et al., 2019). Esta perspectiva
considera que la memoria es crucial en tanto que constituye una conexión entre
la acción política y las vivencias del colectivo (Ortiz, 2019). También expresa
que las emociones morales son las más importantes en la acción social, pues
representan sentimientos de aprobación o rechazo de lo que hagan “los otros”
basados en principios morales, por tanto, son sociales y culturales; así mismo
están relacionadas con la satisfacción de hacer o sentir lo correcto o
incorrecto (Camacho, 2016), desde esta perspectiva, las emociones se materializan
en formas de actuación, ideas y artefactos (Paredes y Valenzuela, 2020).
Las geografías emocionales de los movimientos sociales
examinan la forma en que los espacios y lugares pueden moldear las emociones y
afectos de los movimientos y activistas, y de manera inversa (Hausfather, 2021). El trauma cultural trata de un proceso
sociocultural construido por la sociedad, es un evento traumático cuando el
entorno individual y/o colectivo cambia repentinamente de manera inesperada y
desagradable. Para compartir el trauma es necesaria la interpretación cultural
que subyace a los procesos colectivos, porque un mismo evento traumático puede
ser interpretado de forma distinta con base al contexto social e histórico y
solamente en algunas ocasiones da lugar al proceso social del trauma cultural.
La construcción del significado del trauma se vincula a la dimensión emocional
de las personas (Gravante, 2018). Por su parte, los nuevos movimientos sociales
proponen un análisis del movimiento social dándole centralidad al sujeto, su
dimensión organizativa y al sentido de movilizarse, en el que se produce una
identidad colectiva (Fernández, 2014; Aguilera, 2016; Hernández, 2019).
Emociones y su conceptualización
Parte de las y los investigadores para conceptualizar
las emociones hacen una diferenciación entre emociones y sentimientos, a las
primeras les llaman procesos físicos, mentales, neurofisiológicos, bioquímicos,
psicológicos, culturales, básicos, complejos, breves, de aparición abrupta y
con manifestaciones físicas, duran poco tiempo, se acompañan de agitación
física, mueven, dan o quitan ánimo (Fernández, 2013) son personales e
inestables (González, 2014; Valle, 2016; García-Martínez, et al., 2016). Autores
como Villagrán et al. (2019) difieren al decir que las emociones representan
respuestas desencadenantes frente a evaluaciones cognitivas del medio ambiente,
por lo que se consideran construcciones sociales vinculadas a la sociedad y la
cultura donde se manifiestan y pueden ser experimentadas de manera colectiva.
En este mismo sentido, Montoni (2019) dice que las
emociones no son irracionales, dado que comprenden un complejo proceso
evaluativo y son fundamentalmente sociales en sus expresiones y su aceptabilidad
social pues son diferentes de una cultura a otra, Fernández, et al. (2017)
dicen que se combinan con los pensamientos y la reflexión. De la O. y Camacho
(2019) agregan que sólo se tienen emociones sobre lo que consideramos relevante
en nuestros esquemas, por ello se definen como constructos sociales, culturales
y políticos.
Por su parte a los sentimientos, las y los
investigadores los definen como las emociones culturalmente codificadas,
personalmente nombradas y que duran en el tiempo, son secuelas profundas de
placer o dolor que dejan las emociones en la mente y todo el organismo
(Fernández, 2013; Fernández, 2017), que al volverse multitudinarios se
transforman en afectos colectivos (González, 2014; Valle, 2016), son
socialmente construidos, deconstruidos y reconstruidos en procesos fluidos,
plurales y emergentes (Hausfather, 2021).
Para otros autores y autoras no hay diferencia entre
emociones y sentimientos, los definen inmersos en las redes de la razón para lo
mejor o lo peor (Fernández, et al., 2016), constituyen un campo semántico desde
el cual los sujetos significan su propia práctica (Aguilera, 2016) y
corresponden a aspectos dinámicos y complejos de la acción social y por tanto
no es posible enmarcar todos los procesos emocionales en una concepción (Sabucedo y Vilas, 2014; Camacho, 2016).
Derivado de lo anterior, se podría deducir que, en la
conceptualización tanto de las emociones como de los sentimientos, se pueden
tratar como símiles cuando se enmarcan desde una mirada social y cultural.
Otros investigadores e investigadoras, para definir
las emociones retoman diversos conceptos, como las emociones compartidas en
donde los sentimientos previos a la participación en movimientos sociales
pueden transformarse en emociones recíprocas a medida que una persona participa
en un proceso de movilización, donde la cultura organizacional fortalece estos
sentimientos, volviéndose fuente significativa de su identidad. Así como el
concepto de oportunidades emocionales, que se concentra en las condiciones de
las organizaciones de los movimientos sociales que llevan consigo ciertas
expectativas emocionales, con las que se premian ciertas emociones y otras se
castigan, determinado el impacto del movimiento (Ortiz, 2019), o la emocionología que son estándares emocionales colectivos que
agentes sociales e instituciones promueven o prohíben expresar ciertos tipos de
emociones u otras resultan indiferentes (Toro, 2018).
Definiendo movimientos estudiantiles
De los artículos revisados, casi todos los autores y
autoras con excepción de dos consideran a los movimientos estudiantiles como
movimientos sociales y retoman para su construcción conceptual el enfoque
teórico de los nuevos movimientos sociales. Toro (2015) cita a Feuer (1971, p. 30-31) para decir que, los movimientos
estudiantiles son engendrados por emociones vagas e indefinidas que buscan una
salida, una causa a que adherirse. Un complejo de impulsos –altruismo,
idealismo, revuelta, auto sacrificio y autodestrucción– buscan expresarse a
través del orden social. Son estados de “rebelión emocional en la que están
siempre presentes la desilusión y el rechazo de los valores de la vieja
generación”. Fernández (2016, p. 115) considera, movimiento estudiantil aquél
que surge por o reivindica cuestiones relacionadas con la educación en general
o su centro de estudio en particular. También es un movimiento estudiantil
aquel que reivindica cuestiones políticas y sociales de toda índole y cuya
composición sea total o en buena parte compuesta por sectores estudiantiles.
Así mismo hay movimientos no estudiantiles por origen o demandas, sin embargo,
nutren sus filas de forma mayoritaria con jóvenes estudiantes, son estos
también movimientos estudiantiles.
Así, Toro (2015) concibe a los movimientos
estudiantiles como canalizadores de emociones que buscan adherirse a algún tipo
de reclamo y son muestra de rebeldía de los estudiantes ante las generaciones
que les anteceden. Fernández (2016) amplia la visión, al señalar que un
movimiento estudiantil puede surgir por cuestiones educativas o referidas a un
centro escolar en particular, o bien, cuando un movimiento está integrado en su
mayoría por sectores estudiantiles.
Principales resultados y conclusiones de los estudios
Los resultados de los estudios de los y las
investigadoras se pueden organizar con base en las emociones que dan origen,
inician y mantienen un movimiento estudiantil, así como las consecuencias que
conllevan la movilización. También se pueden agrupar según las emociones que
paralizan o movilizan para integrarse a la protesta, el uso que se hace de las
emociones a partir de los medios de comunicación, aquellas que intervienen en
la radicalización de sus participantes, en las reglas del sentir que hacen diferencias
a partir del género y las que surgen en un espacio físico específico.
Las emociones que dan origen a un movimiento
estudiantil son acompañadas por la memoria emocional (Fernández, 2013), que
puede irrumpir a partir del uso de la violencia por la represión policial,
despertando sentimientos de vulnerabilidad, miedo e impotencia (Ortiz, 2019;
Paredes & Valenzuela, 2020) y de la percepción de injusticia al momento de
postular, por ejemplo un nuevo plan de estudios, generando miedo de un futuro
que no corresponde al prometido, enojo hacia quienes intentar rebajar su nivel
profesional y demeritar el prestigio de la institución en donde se estudia, lo
cual atenta contra el orgullo que han forjado hacia su escuela, ello promueve a
buscar aliados para movilizar y contagiar emociones, lo que es posible por la
memoria emocional, ya que el pasado no deja de existir mientras siga activando
emociones en las personas que lo recuerdan (Camacho, 2016).
Emociones como la indignación y el enojo frente a la
injusticia, así como la solidaridad, esperanza, orgullo, apoyo y empatía junto
con la tristeza y el miedo son compartidas (Fernández, 2017) y en el dolor de
una comunidad traumatizada, emergen sentimientos de inseguridad, amenaza y
miedo que provocan, todas ellas, sumar a las personas a movilizarse (Gravante,
2018).
Las emociones que inician un movimiento estudiantil
son la sorpresa, simpatía, solidaridad, tensión, miedo y apoyo que se combinan
con la indignación y la injusticia (Fernández, 2013; Fernández, 2014,
Fernández, 2016, Paredes & Valenzuela, 2020). La alegría, la felicidad, la
empatía y la aceptación en conjunto con el enojo, coraje, desprecio, furia
(Fernández, et al., 2014), tristeza (Fernández, 2017) y el miedo cuando se deja
atrás, permite que los estudiantes amplíen su repertorio de acción con recursos
de demostración de fuerza a través de barricadas, escaramuzas callejeras, tomas
de locales universitarios (Toro, 2015), acciones de arte, prácticas de
carnaval, cuerpos performáticos y encuentros efímeros-masivos (Ganter, et al., 2017). También las emociones inician un
movimiento cuando se convierten en ira frente a la desigualdad y la exclusión
que amenaza a la sociedad (Toro, 2018), o bien, en empatía que se vincula con
el dolor y sienta las bases para la solidaridad y para participar en las
marchas. Esta misma emoción (empatía) al compartir la rabia por el sufrimiento
de desigualdad social y la pobreza crea un lazo junto con otras emociones como
vergüenza, orgullo, compasión, ultraje e indignación que llevan a las personas
a movilizarse (Gravante & Poma, 2019).
En las emociones que se comparten durante el
movimiento, se observa que se mantiene el miedo al fracaso, que lleva a
canalizarlo a partir de sumar a la sociedad a movilizarse compartiendo un
repertorio de masa como lo fue el Cacerolazo en Chile (Ortíz,
2019) que es un repertorio de protesta que consiste en golpear una olla o
sartén vacío con un elemento para hacer ruido, se asocia con la falta de
recursos en el hogar. También se encuentran ciudadanos confundidos,
desanimados, otros que muestran alegría y esperanza, otros enojo y decepción
(Fernández, et al., 2016). Cuando se logra el apoyo de personas ajenas a la
comunidad estudiantil se generan emociones de alegría y orgullo por el
movimiento mismo (Camacho, 2016). La indignación y la solidaridad crean un
engomado emocional y moral que lo mantienen (Fernández, 2016), aunque también
pueden surgir emociones de desconfianza, tristeza, de orgullo, sorpresa, coraje
y empoderamiento (García-Martínez, et al., 2016) o de conmoción, miedo y
decepción cuando la misma comunidad escolar les acosa y abusa particularmente
cuando es extraño manifestarse en un contexto específico (Hausfather,
2021).
Las emociones que paralizan la protesta son el miedo
(Toro, 2015; García-Martínez, et al., 2016), desconfianza, tristeza, represión
y dolor (García-Martínez, et al., 2016). Las emociones que han movilizado a los
estudiantes son la felicidad (Valle, 2016), la impotencia asociada a un estado
de indefensión, la vergüenza que impulsan a realizar acciones sociales y
esencialmente políticas (Villagrán, et al., 2019), la indignación como base del
sentimiento de injusticia (Paredes & Otárola, 2019; Paredes & Valenzuela,
2020) la cooperación y solidaridad entre los actores, la valentía y osadía para
sostener la lucha contra el gobierno (Paredes & Otárola, 2019) y el orgullo
colectivo (Paredes y Otárola, 2019; García-Martínez, et al., 2016; Sabucedo & Vilas, 2014). Del mismo modo, la desilusión
por haber cometido errores durante las protestas alienta a continuar
movilizándose (Hernández, 2019), la esperanza (Valle, 2016; Villagrán, et. al., 2019; Hernández, 2019; Sabucedo
& Vilas, 2014), la sorpresa, el coraje, el empoderamiento (García-Martínez,
et al., 2016), la ira (Sabucedo & Vilas, 2014),
el dolor y la rabia (Gravante & Poma, 2019). Aunque Gravante y Poma (2019,
p. 15) advierten que “no existen emociones movilizadoras y desmovilizadora en
sí, sino que la interpretación de lo que sienten los sujetos es lo que convierte
las emociones en acción o inacción”. Por el contrario, García-Martínez, et al.
(2016) consideran que hay emociones impulsoras y detractoras de la acción
colectiva.
La participación en las movilizaciones estudiantiles
tiene consecuencias en las emociones ya que se reconfiguran entre los
activistas y participantes porque los registros emocionales y las reglas del
sentir (forma en que se pueden expresar o no las emociones en un marco cultural
especifico) cambian especialmente al fomentar la solidaridad y sororidad
(Paredes & Valenzuela, 2020). Las emociones relacionadas al trauma como
dolor, miedo e impotencia y otras que se crean de resistir el trauma como orgullo,
felicidad, confianza, seguridad y la rabia, se resignifican y se redirigen,
hacia el gobierno y los políticos en forma de desilusión, desprecio,
desconfianza, rabia, tristeza, indignación y ultraje, mientras que para
aquellos que consideramos parte de “nosotros” o con los que nos identificamos
con su lucha, se canalizan como esperanza, respeto, confianza y solidaridad
(Gravante & Poma, 2019).
Las emociones que contribuyen a que los activistas
radicalicen sus estrategias de protesta, operan de la siguiente manera, primero
disminuye el miedo y la vergüenza, luego los participantes reelaboran su
realidad, a la par que construyen lazos afectivos, con lo que se inician
mecanismos de aprendizaje y valoración de comportamientos agresivos que crean
una identidad colectiva que mantiene la actividad radical y el compromiso
militante (Montoni, 2019).
Las emociones son utilizadas por los medios de
comunicación de diversas formas, puede ser para configurar un vínculo social de
empatía, tristeza, coraje y rabia para lograr afinidad hacia el movimiento
(González, 2014), o bien, con el miedo político pueden elaborar un discurso
para desacreditar y restar legitimidad al movimiento y sus activistas (De la O.
& Camacho, 2019), o invisibilizarlos y asociarlos a la violencia sin
sentido, situación que no siempre se puede sostener en el imaginario social dada
las condiciones de exclusión y desigualdad (Toro, 2018).
Por su parte, Arlie Hochschild (2012) indica que hay reglas del sentir que
siguen patrones de género acorde con el contexto cultural en el que se
desarrollan las personas, de ahí que en nuestro día a día se tengan registros
de cómo debemos sentir. En este sentido,
en los estudios que realizan los y las investigadoras, en los hombres se ubican
mayores intenciones de participación social (Villagrán, et al., 2019), mientras
que en las mujeres, el hecho de manifestarse transgrede las reglas emocionales
que se consideran apropiadas a su sexo biológico, más aún cuando canalizan las
emociones relacionadas con la subordinación
como miedo, vergüenza o depresión, hacia otras que les lleva a protestar
haciendo suyos temporalmente los espacios públicos para visibilizarse y
expresar su enojo, indignación y demandas, lo que rompe con la perspectiva
tradicional en la que se ubica a las mujeres en los espacios domésticos y
privados (Mingo, 2020; Paredes & Valenzuela, 2020).
Con relación a las emociones que se vinculan a un
espacio físico, Hausfather (2021) expone que cuando
es en una institución en donde se realizan diversas actividades como la
conformación de las asociaciones estudiantiles y sus asambleas, elección de
estrategias de protesta, en las que se comparten triunfos y fracasos sobre una
manifestación, trae consigo efectos emocionales al crear sentimientos de
pertenencia, admiración y solidaridad entre sus miembros; Hernández (2019) por
su parte indica que el espacio físico se convierte en parte integral de la
formación de la identidad colectiva.
Discusión
Los objetivos de las indagaciones de las y los
investigadores giran en entorno a conocer las emociones que detonan y mantienen
un movimiento estudiantil, así como sus repercusiones y consecuencias. Además
de los factores estructurantes como repertorios de protesta y artefactos
culturales, y el papel que juega la memoria colectiva y emocional. La
aproximación metodológica ha sido esencialmente cualitativa, las técnicas que
se utilizan dependen de la temporalidad del movimiento y del acceso a los
informantes. Los participantes en los estudios han sido de distintos grupos
sociales, no sólo estudiantes. Las y los académicos han justificado el estudio
de los movimientos estudiantiles desde la perspectiva de las emociones
argumentando que ha ganado atención esta visión, no ha sido abordada, se ha
silenciado o se ha atendido parcialmente. También expresan su relevancia como
motivadores para la acción, mantenimiento y consolidación de una identidad
colectiva, y porque son pocos los casos de estudio en América Latina.
Se localizaron nueve marcos analíticos para el estudio
de las emociones en los movimientos estudiantiles, la perspectiva de la que más
se abreva es el estudio sociológico de la acción colectiva sobre emociones y
protesta. Se parte de una conceptualización de las emociones en las que se
plantea que no son irracionales sino construcciones sociales y culturales que
se experimentan de manera colectiva y cambian de una cultura a otra, por tanto,
no son estáticas, sino que se construyen, deconstruyen y reconstruyen. En
cuanto a la acepción de movimiento estudiantil, se encuentra que es un
constructo que ha sido poco abordado, ya que sólo dos autores de 27 hacen una
aproximación para su definición, por lo que representa un tema pendiente por
trabajar en la academia. Con relación a las emociones que dan origen, inician y
mantienen un movimiento estudiantil y tienen consecuencias en sus
participantes, acorde con las y los autores, éstas pueden ser usadas por los
medios de comunicación a favor o en contra de un movimiento y se reconoce que
hay reglas del sentir (Hochschild, 2012) que hacen
diferencias por género e influyen en la forma que se acepta o no un movimiento.
Del mismo modo, los espacios físicos confluyen y reconstruyen las emociones.
CONCLUSIONES
Se puede advertir, por los resultados y conclusiones
de estos estudios, que una emoción puede paralizar, originar, iniciar,
movilizar o mantener un movimiento, las más recurrentes han sido indignación,
miedo, orgullo, solidaridad, coraje, dolor, injusticia y tristeza, aunque otras
también han estado involucradas en los movimientos estudiantiles, entonces
¿cómo es que una misma emoción puede paralizar y movilizar? La propuesta de
Gravante y Poma (2019) sobre que las emociones se interpretan por los sujetos y
ello lleva a que se convierten en acción o inacción en un movimiento, es una
ventana explicativa a este fenómeno, pues desde el punto de vista de Gravante
(2020) las emociones son construcciones socioculturales, y por lo tanto
cambiantes en función del contexto social y la temporalidad histórica.
Así, futuras indagaciones se podrían orientar a
reconocer cómo el estudiantado construye y deconstruye sus emociones en las
movilizaciones y el papel que juega la memoria emocional para que se
reproduzcan transgeneracionalmente, especialmente
cuando los activismos estudiantiles tienen una larga tradición de protesta.
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